viernes, 6 de mayo de 2011

La posibilidad de amar


Flavia Garrigós Cabañero 

Histórica e irónicamente, el ser humano parece haberse instalado en las comodidades de su condición social y el desarrollo de su país. Cuantos más elementos beneficiosos se introducen a su alrededor, más se insinúa el menosprecio y la desafección social, preocupante en nuestros días puesto que los ciudadanos jóvenes se forman sobre las ideas informales del descompromiso y la falta de ímpetu por lo que hacen.
La sociedad puntera actual la conforman países como el nuestro, de Europa  y Estados Unidos, lo que viene a ser la parte norte, occidental, desarrollada en diferentes aspectos -no por ello mejor- y prepotente. En estos países se ofrece un gran número de opciones para conocer, para introducirse en la cultura en todas sus extensiones. En general, de lo que disponemos fácilmente es de la posibilidad de amar los aspectos culturales. Podemos amar el arte con los museos gratuitos; amar la música sin necesidad de seguir las bases convencionales y  comerciales anglosajonas; amar los propios temarios académicos  que estudiamos y luego nos harán mejores profesionales; en fin, a lo mejor lo que realmente necesitamos es volver a aprender a amar, puesto que si realmente lo recordáramos no desaprovecharíamos estas oportunidades. Nadie nunca se ha negado a que su vello corporal se erice ante una escena de teatro, ante una buena película o su banda sonora, o incluso llegar a llorar con el final de una novela que pase desapercibida en el metro. Debemos recordar cómo sentir, y aplicar su actividad multiplicada por dos, puesto que ahora todo está más cerca, todo es más posible.
Sin embargo, un hecho que nos llena de tristeza al observarlo es que la población en general no se interesa en la política, no se interesa por las causas sociales, por la naturaleza…, por ende, no se interesa por la cultura, que lo engloba todo. Además, los medios no ayudan demasiado a esta causa pues se basan en esos conceptos comerciales que llevan todo al sensacionalismo y condicionan la percepción social; no ofrecen tampoco una vía para visualizar ni la cultura ni la posibilidad de que el mundo la ame.
Más triste aún que el punto anterior lo supone la hipocresía, el egoísmo y la prepotencia de los países norteños. Disponemos de muchas características en nuestra sociedad que la hacen interesante a nivel cultural, pero como ocurre con otros aspectos, nosotros nos beneficiamos en detrimento de otros países.  Nos consideramos superiores y no lo somos por lo ya comentado. Tenemos muchas opciones culturales y no las aprovechamos. Esto nos hace egoístas, puesto que no pensamos en que otros no tienen posibilidad de acceder a los bienes que menospreciamos y que tanto costó conseguir a nuestros antepasados. Asimismo, por los aspectos mencionados -y además por el hecho de que el amor también se basa en el movimiento-, somos hipócritas: tenemos material y no lo aprovechamos, nos quejamos pero no nos movemos, creemos tener los mejores conceptos sociales y los excluimos, y un largo etcétera.

La conclusión es que necesitamos recuperar la importancia de la cultura en términos corrientes, desde sus pequeños detalles hasta los más grandes. Nuestra sociedad debe volver a amar, debe aprovechar la posibilidad, puesto que otros no la tienen. Yo tengo la posibilidad de amar y la estoy aprovechando, y tú, ¿la tienes?

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