La sinceridad es el sol que ilumina el cielo de felicidad y fidelidad.
En primer lugar, hay que saber qué es la sinceridad. Es un símbolo de integridad y transparencia y es una de las virtudes más destacadas por su papel en la vida del individuo y la sociedad.
Es digno de mencionarse que la sinceridad no es solo darse cuenta de lo que se está diciendo, sino además de lo que se está haciendo. Desgraciadamente, hay personas que siempre dicen y dicen pero luego no hacen nada. ¡Cómo pueden ser tan mentirosas! La sinceridad es decir lo que se está pensando y lo que está en el corazón.
En segundo lugar, es valioso que haya sinceridad entre los tratos con amigos, familia y novios porque si no están expuestos a llevar una vida muy dura, superficial e insignificante. De hecho, es notable ser sincero. Si somos, efectivamente, sinceros vamos a tener virtudes buenas como la honestidad, y plena satisfacción, lo más importante.
En nuestra opinión, la persona puede cometer errores, pero debe confesarlos, aunque sufra, y no volver a cometerlos otra vez. Así logramos aprender de nuestros propios errores. Y creo que es mucho mejor que sufras por tu sinceridad a que seas premiado por mentiras y embustes.
Sin embargo, aunque esta virtud es un valor imprescindible, en algunos casos tenemos que mentir. Eso nos conduce a hacernos la siguiente pregunta: ¿Cuándo es la sinceridad un defecto? Cuando decimos a alguien que tiene una enfermedad grave " vas a morir". Cuando un marido dice a su mujer fea, ofendiéndola, "¡Cómo puedes ser tan fea!" Por último, lo que nos me molesta mucho en el plano personal, cuando los padres, casi siempre, dicen a sus hijos sus defectos, aunque estos están aún aprendiendo.
En definitiva, cabe decir, un grano de arena puede llegar a ser una montaña. Es decir, el que empieza a mentir va a mentir para siempre y se le llamará mentiroso, traidor, infiel, deshonesto, etc...* Sherouq El Azab es alumna del Departamento de Español de la Universidad de El Cairo.
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