Joaquín Mª Aguire (UCM)
El 28 de enero de 1948, un avión se estrelló en Los Gatos Canyon, en el Condado de Santa Clara en California. Levaba a bordo a cuatro norteamericanos y veintiocho trabajadores mexicanos que estaban siendo deportados a su país. El tratamiento que los medios de comunicación dieron de esta noticia, irritó al cantante Woody Guthrie, que escribió una hermosa canción en homenaje a aquellas personas a las que los medios habían privado de nombre propio. “Deportees (Plane Wreck at Los Gatos)” es una hermosa canción para un horrendo hecho. Guthrie se planteaba en ella si el crecimiento de los Estados Unidos se tenía que basar en la explotación de otras personas, pero sobre todo denunciaba la indiferencia con la que aquellas muertes fueron recibidas:
Who are these dear friends who are falling like dry leaves?
Radio said, "They are just deportees"
El tratamiento informativo dado revelaba la distancia con que la sociedad norteamericana acogió aquel trágico accidente. Guthrie les puso nombre en la canción (Roselita, Jesús, María…) y los sacó de aquella fosa común lingüística que significaba la palabra “deportados” que los convertía en seres anónimos bajo una calificación administrativa. Guthrie, sin concocerlos, los llamó sus amigos y se identificó, en su dolor, con aquellas vidas anónimas reducida a ser delincuentes:
Adios mes amigos, Jesus e Maria
You won't have a name when you ride the big airplane
All they will call you will be deportees
You won't have a name when you ride the big airplane
All they will call you will be deportees
La información que el diario El País ofrece hoy* sobre las cifras de personas fallecidas intentando llegar a Italia en los últimos meses estremece: 1.500 ahogados. Mil quinientos cadáveres sin nombres agrupados bajo distintas denominaciones, que les hacen más o menos justicia, pero que ignoran quiénes son.
Por dos veces en el texto de El País, el periódico se refiere a ellos como “prófugos”:
La Guardia Costera de Túnez recuperó este domingo los primeros 26 cuerpos de los más de 200 prófugos africanos desaparecidos el miércoles en un naufragio cuando intentaban llegar a Lampedusa (Italia) desde Libia. El pesquero libio, con 800 personas a bordo, salió de la localidad de Zuwara y se averió a 20 millas de la isla de Kerkennah, al sur de Túnez, quedando encallado en un banco de arena. Cuando las fuerzas de rescate trataban de ponerles a salvo, la nave se hundió. 577 prófugos pudieron ser rescatados, entre ellos 92 mujeres y 21 niños. [la negrita es nuestra]
El Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua señala lo siguiente:
prófugo, ga.
(Del lat. profŭgus).
1. adj. Dicho de una persona: Que anda huyendo, principalmente de la justicia o de otra autoridad legítima. U. t. c. s.
En ambos sentidos, el término “prófugo” implica que las personas huyen por algo que han hecho, algún delito cometido, por el que son reclamadas. El término “prófugo” los convierte en criminales huyendo de la “justicia” o la “autoridad legítima”. En absoluto es el caso. "Prófugo" no es todo el que huye; es el que se escapa de la justicia. De lo que escapan estas personas es precisamente de lo contrario: huyen de la injusticia. No existe condena legal por la que huyan, no existe ninguna orden de busca y captura; no son criminales. Solo son personas que buscan una vida mejor. Confundirlos —aunque sepamos que no es la intención del articulista— con personas reclamadas por la Justicia por algún delito cometido, es una injusticia que se acumula más allá de sus vidas desgraciadas y les llega tras la muerte. No añadamos este agravio final.
Si Woody Guthrie se lamentó de que aquellas personas —Rosalita, Jesús, María…— fueran amontonadas de forma anónima en las palabras indiferentes de la prensa de su tiempo, la calificación de “prófugos” a estos seres humanos que han muerto y cuyos cuerpos siguen a la deriva le hubiera escandalizado.
Añadimos algunos titulares en los que se usa correctamente el término “prófugo” y veremos que estas personas fallecidas no tenían nada que ver ni con genocidas, ni con narcotraficantes, ni con cualquier otro tipo de delincuencia. Son las víctimas; no los criminales.
Este artículo ha aparecido con anterioridad, el 6 de junio de 2011, en el Blog "Pisando charcos" (http://pisandocharcosaguirre.blogspot.com/)
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